Las tablas flamencas

Capilla Real de Granada

 

Las noticias de la existencia de las pinturas flamencas en la Capilla Real proceden del testamento de Isabel la Católica; expresa en él su deseo de que se tomen de su colección y se trasladen a Granada para servir de ornato en la Capilla. Su nieto Carlos cumpliría tal deseo. Siguiendo un criterio cronológico de las obras, los pintores representados son: Rogier Van der Weyden (1339?-1464), Maestro de la Leyenda de Santa Catalina (¿Pieter van der Weyden?, activo en Bruselas en el último cuarto del XV), Dieric Bouts (h 1420-1475), Hans Memling (h 1435-1494), además de otros autores y anónimos.


 

ROGIER VAN DER WEYDEN

El Retablo de la Virgen estaba originalmente formado por tres tablas. Las dos primeras -la Natividad y la Piedad- se conservan en la Capilla Real. Son pinturas al óleo sobre roble; su tamaño de 50,2×37 cm. El asunto de este retablo es la glorificación de María; así se desprende del texto del Magnificat que orla el borde de su manto. Las escenas se presentan bajo pórtico que, con su bóveda, da profundidad a la composición; el marco arquitectónico se completa con una decoración escultórica.

La Natividad o Adoración del Niño por los padres muestra a la Virgen sentada en el suelo, vestida de blanco, con el Niño dormido acostado sobre sus rodillas y con las manos unidas señalando a su Hijo. A la derecha, un tanto retirado, San José en figura de anciano adormecido apoyándose en un cayado; viste de rojo con su cabeza cubierta con un capuchón negro que le cae sobre los hombros. La presencia de los tres personajes se realza con un rico paño de honor cerrando el fondo central de la composición.

En la Piedad el interés se centra en el grupo formado por la virgen de azul intenso, con los ojos enrojecidos, abrazada al cuerpo rígido de su Hijo muerto que contrasta, con su luminosa lividez, sobre el manto oscuro de la Madre. A los lados, San Juan, de rojo y con los ojos enrojecidos, y José de Arimatea, vestido de oscuro; los dos expresan en sus gestos tristeza y compasión. Ambas escenas se ven a través de pórticos realzados con estatuillas, grupos escultóricos bajo doseletes góticos y capiteles historiados.


 

MAESTRO DE LA LEYENDA DE SANTA CATALINA

Pintura al óleo sobre tabla. En el centro, la Virgen y el Niño con Santa Bárbara y Santa Catalina; en el lateral izquierdo, Misa de San Gregorio. El lateral derecho no figuraba entre las obras legadas por la Reina.

En la tabla central, María aparece sentada, con túnica azul verdoso oscuro, forrada de piel blanca y manto azul agrisado. Tiene un libro en su mano derecha, con la izquierda sujeta al Niño. Santa Bárbara viste túnica y manto de color rojo; está identificada por sus atributos tradicionales, símbolos de la vida activa: la torre y el libro. Santa Catalina lleva túnica de brocado gris azulado con amplias mangas verdes que acaban en puños en rojo; su manto, violeta intenso, sin mangas, va todo él bordeado de armiño. La rueda y la espada, instrumentos de su martirio, simbolizan la vida contemplativa.

La tabla izquierda representa La Misa de San Gregorio, tema frecuente en la pintura flamenca del siglo XV, que ilustra la aparición de Cristo, Varón de Dolores, al Papa Gregorio el Grande durante la celebración de la misa; aparece arrodillado entre dos diáconos que le sostienen la casulla y dos cardenales, flanqueando el altar, con una tiara ente las manos el de la izquierda y crriendo una cortina el de la derecha.

El Varón de Dolores aparece sobre el ara, e inclinándose hacia la izquierda señala con su mano la llaga del costado. Hay a cada lado candeleros con velas encendidas. Detrás, un pequeño retablo en simulada escultura dorada que tiene en el centro a Cristo Salvador flanqueado por San Pedro y San Pablo.

Le sirve de fondo un panel en el que figuran los instrumentos de la Pasión interpretados con gran realismo: tenazas, clavos, martillo, columna de la flagelación…


 

DIERIC BOUTS

El tríptico de la Pasión, pintura al óleo sobre tabla, está acoplado en el retablo plateresco de Jacobo Florentino, el Indaco.

En la puerta izquierda, con la Crucifixión, destaca la figura de Cristo que ocupa casi todo el espacio pictórico. En primer término la Virgen desfallecida junto a San Juan que la sostiene. A los pies de la cruz la Magdalena; próximas a ella, otras dos mujeres. En segundo plano, cuatro hombres.

En la tabla central, la escena del Descendimiento teniendo como eje central la cruz. Cristo aparece sostenido por José de Arimatea y Nicodemus. A la izquierda, la Virgen, de azul y sostenida por San Juan, besa la mano de su Hijo. Al otro se agrupan escalonadas las Santas Mujeres. El paisaje comienza gris amarillento para terminar con azules plenos al llegar al horizonte en el que recorta la arquitectura de Jerusalén.

En la puerta derecha, la Resurrección. Cristo en pie con túnica roja, resucitado, junto a la tumba abierta. Un bello y luminoso ángel sobre la tapa del sepulcro. Tres soldados. Y una luz rosada de amanecer. Desde el fondo avanzan las tres Santas Mujeres.

Hay otra tabla de Dieric Bouts representando la Virgen con el Niño, sentada y acompañada por cuatro ángeles.


 

HANS MEMLING

De este pintor flamenco se conservan varias obras en la Sacristía-Museo de la Capilla Real: La Virgen con el Cristo de la Piedad (pintura al óleo, 53,3×37,9 cm); el díptico del Descendimiento de la Cruz (53,6×38,2 cm) y Llanto de las Santas Mujeres (53,8×38,3 cm), óleos sobre tabla; La Virgen con el Niño en el trono (óleo sobre tabla, 75,7×59,8 cm). También hay una Natividad cuya autoría se discute pudiendo ser de Memling, de su taller o de algún seguidor.

El díptico formado por el Descendimiento y las Santas Mujeres presenta una composición única.

En El Descendimiento, la escena se compone con el cuerpo de Cristo dispuesto en diagonal a la superficie y los personajes que le acompañan, situados, en paralelo, a cada lado. Están vistos de medio cuerpo excepto la figura de Jesús mostrada hasta por debajo de las rodillas; el pintor reclama la atención de quien ha de contemplar la tabla haciendo incidir la luz sobre el cuerpo de Jesús.

Además, los participantes, en primer plano, requieren unas proporciones que hacen preciso utilizar, casi por entero, el espacio pictórico; sin embargo, no se prescinde del paisaje que, aunque sólo es visible en la parte superior, sirve para ambientar el tema y dar profundidad a la pintura.

En El Llanto de las Santas Mujeres el concepto compositivo es similar al de su pareja. Participan en la escena seis figuras dispuestas en dos líneas horizontales, pero con el mismo propósito de destacar el personaje principal: La Virgen; ocupa el centro del grupo y llama la atención del espectador el gesto de sus manos abiertas. También contribuye a resaltar al personaje principal la distribución del color: María, vestida de azul, entre San Juan, de rojo, la joven con traje verde que sostiene un manto rojo, la Santa Mujer, segunda línea a la derecha, con toca blanca cubierta de manto rojo. Estas tres referencias cromáticas de tonos muy cálidos en contraste con blancos, resaltan con fuerza el frío tono azul que cubre a María.